Lejos queda el susto de la noche electoral del 28 de mayo, en la que el PP y Vox se quedaron a un solo escaño del Palacio de Fuensalida y, lejos de hacer autocrítica, el gobierno de García-Page ha vuelto a las andadas mostrando su imagen más autoritaria en las Mesas, con un balance de seis broncas y dos demandas en apenas mes y medio. La escasa renovación del gobierno, en el fondo y en la forma, y el desembarco de ex alcaldes y ex concejales, no ha hecho si no acrecentar la distancia entre el interés general y el interés partidista, entre la Función Pública y la clase política, entre la ciudadanía y su gobierno.

La autoridad

El pasado lunes 9 de octubre, el DOCM publicaba el Decreto 265/2023 del Presidente de la Junta de Comunidades (doc.), por el que los miembros del Consejo de Gobierno utilizarán, en todos los actos públicos, una medalla distintiva, como símbolo de reconocimiento e identificación, en sus relaciones con la sociedad. Un golpe de pecho, como muestra de autoridad.

En política hay varios tipos de autoridad, definida esta como el poder que una persona/institución ejerce sobre otras; la autoridad FORMAL es la forma más básica, se ejerce el poder en función del cargo que ocupan y su eficacia se desprende de su capacidad para imponer premios y castigos; la autoridad MORAL concede poder en función del respeto que genera. La fuente de su influencia son sus valores, su experiencia, sus conocimientos, etc.; en la autoridad CARISMÁTICA la fuente de influencia proviene directamente de la personalidad o del encanto personal del líder; en la autoridad DEMOCRÁTICA prima el interés de la mayoría, sin desconocer los intereses de la minoría. Lo fundamental son las normas y no las personas que las hacen cumplir. A su vez, dichas normas son fruto del acuerdo colectivo.

Ahora, llevemos la teoría a la práctica; un Presidente que necesita poner una medalla a sus Vicepresidentes y Consejeros/as para que se les identifique y se les diferencie en sus relaciones con la sociedad, es un claro refuerzo de la autoridad formal y una evidente muestra de la debilidad moral, carismática y democrática de gran parte de su gobierno, severamente chamuscado tras ocho años de farsas e imposturas.

La dignidad

El Decreto es un cachondeo total, pero nuestra parte preferida es cuando dice que la DIGNIDAD del Consejo de Gobierno es la que hace necesario regular los símbolos que acrediten su condición. La RAE define dignidad como excelencia y decoro de las personas en la manera de comportarse. Ahora piensa en Martínez Guijarro, Josele Caballero o Ruiz Molina, y mira tu sonrisa en la pantalla.

Pero si hay un caso deshonroso es el del Consejero de Sanidad, Jesús Fernández Sanz, que cargado de dignidad firmó el código ético de altos cargos que rechaza la admisión de «donaciones o regalos de cualquier clase, más allá de los relativos a los usos habituales o a la cortesía […]. Sin embargo, en diciembre de 2021, fue interceptado un alijo, dirigido a su Gabinete, con 34,2 kilogramos de una conocida marca de jamón de Jabugo; a razón de entre 150 y 500 euros la pata. Adivinad qué pasó cuando saltó el escándalo: a) se justificó el gasto y se archivó el caso, b) el Consejero asumió responsabilidades y dimitió, c) no las asumió, pero le cesaron, d) amenazaron con un expediente disciplinario al funcionario que lo denunció.

¿Dignidad? La del empleado y empleada pública que no gorronea y no necesita ponerse medallas para hacer su trabajo.

No sabemos quién habrá sido el ilustre asesor/a que ha tenido la feliz idea, pero le brindamos un fuerte aplauso: no podríamos haber explicado más gráficamente cómo se le ha subido el cargo a la cabeza a Page. Eso sí, puestos a hacer aportaciones, desde STAS proponemos que en vez de medallas les pongan cencerros, así les oímos al llegar.

 

VIVA LA DIGNIDAD

Y

LA FUNCIÓN PÚBLICA

 

S T A S
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