Emiliano García-Page ha sido proclamado amo y señor de la Junta gracias al rodillo de su mayoría absoluta, y pese al voto en contra de C´s que dice “no fiarse del presidente”. Un auténtico paripé, porque cuando han necesitado sus votos en los principales ayuntamientos de la región han alcanzado un acuerdo para gobernar juntos. En una entrevista reciente Page decía: “hemos conseguido los resultados y pactos a izquierdas y a derechas más importantes en el conjunto de España. Eso me hace sentir orgulloso, porque con Ciudadanos aquí hemos llegado más lejos de lo que estoy viendo en el resto de España”. Con Rivera, ¿NO? Pues toma seis tazas.

Keynes & Friedman

Escuchando a García-Page, más que la voz de un político progresista y de izquierdas apostando por políticas basadas en la intervención pública directa, socialdemocracia keynesiana de manual, parece oírse a un discípulo de la doctrina política y económica de Milton Friedman y su Escuela de Chicago, recitando la receta neoliberal con una alegría y entusiasmo verdaderamente sonrojante, haciendo hincapié en la desregularización del sector público, al que define como “rígido”, la privatización o externalización de sus servicios, para entregarlos a su red clientelar, y la anulación de la resistencia sindical, ya sea atocinándoles a subvenciones, como tiene previsto hacer el día 17 de julio con la firma del “Pacto del amor y la paz social”, o en una confrontación abierta y descarnada, como tiene previsto con los sindicatos que osamos plantarle cara defendiendo sin concesiones lo público, lo de todos y todas.

Ternura de Hierro

Si Margaret Thachert levantara la cabeza, no dudaría en reconocer que Page ha sabido interpretar mucho mejor que ella cómo aplicar la doctrina neoliberal sin necesidad de levantar excesivas ampollas. Un presidente paternal, que reparte cachetes en la cara a todo el que se encuentra y se deja, duro en el fondo pero entrañable en las formas, entusiasta defensor de las aficiones populares, por muy trasnochadas que sean, y que apela a la ternura de la gente para aplicar las políticas antisociales que él mismo denunció como inadmisibles cuando estaba en la oposición, y todo ello bajo el higiénico certificado de calidad de una mayoría absoluta obtenida en las urnas, aunque sea con una ley electoral que él mismo calificó como “un pucherazo y un atropello”, pero que no cambió porque se dio cuenta que así le salían mejores números, al precio de dejar a 150.000 castellano manchegos que acudieron a las urnas sin representación parlamentaria (*).

Ejemplo práctico

Uno de los pilares de las políticas de izquierda, para conseguir una sociedad justa y solidaria, es fortalecer el Estado de Bienestar con un modelo de servicios sociales públicos, universales y de calidad, revirtiendo urgentemente la tendencia caritativa y asistencial, y devolviendo la gestión a la Administración Pública como aval para el cumplimiento de los derechos sociales. Algo en las antípodas de lo que plantea Page, que pretende entregar los servicios sociales al tercer sector de una manera definitiva y prácticamente irreversible.

¿Y cómo pretende hacerlo sin que le llamen malaje privatizador por la calle? Pues apelando a los sentimientos más emotivos de la gente. De esta manera, Page plantea el asunto en los siguientes términos: “Fíjense que es muy importante este modelo de colaboración público-privada que se produce en algunos sectores con la administración, como con el tercer sector. Entidades que no nacen para ganar dinero, pero que terminan prestando servicios públicos de primer rango”. Y al que va a pedir “ayuda para que lo esencial no le falte a nadie. Dando prioridad al usuario y no tanto al trabajador”. Blanco y en botella, para quien lo quiera ver. Pero si hay alguna duda, solo hay que confrontarlo con el discurso del PP, que en lo esencial es idéntico.

Lucha como Billy

Un ex alto cargo del PSOE nos dijo en tiempos de Cospedal: “los sindicatos de la Función Pública sois más duros que los sindicatos mineros”. Está claro que los empleados públicos no somos mineros galeses, pero quién mejor definió la esencia del por qué debemos luchar por nuestros sueños, por muy mal dadas que vengan, fue ese pequeño gran héroe llamado Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000). En la lucha, como en el baile, al principio te sientes agarrotado, pero cuando empiezas a movilizarte sientes un cambio en el cuerpo y la mente, como si tuvieras fuego dentro y pudieras volar como un pájaro, y sientes como la indignación se transforma en electricidad al saber que estas peleando por el futuro de nuestros hijos e hijas, de nuestros nietos y nietas, para que la administración que hereden cuando nos jubilemos no se sea un antro lleno de corrupción, discrecionalidad y malicia.

¡PLANTA CARA AL NEOLIBERALISMO!

¡PLANTA CARA A PAGE!

¡LA LUCHA ES EL CAMINO!

(*) El cineasta y escritor David Trueba (Madrid, 1969) tiene un ensayo titulado “La tiranía sin tiranos”, en el que describe brillantemente este fenómeno. Este párrafo esta inspirado en uno de sus capítulos.