28 de febrero de 2023. Se consuma un acto deleznable que encima se reviste como acto de justicia y dignidad con la apertura de la exposición sobre Alberto Sánchez que, con pompa y circunstancia preelectoral, se inaugura en la sacristía de la iglesia de Santiago del antiguo Convento de Santa Fe, rebautizado como “Colección Roberto Polo centro de arte moderno y contemporáneo de Castilla-La Mancha”.

¿Por qué es algo deleznable inaugurar una exposición sobre un artista toledano en un museo toledano? Es que alguien podría pensar que estamos en contra de dignificar la obra de este artista, desconocido para muchos, fundador de la Escuela de Vallecas, y que expuso en el pabellón español en la Exposición Internacional de París en 1937, junto con el “Guernica” de Picasso? Nada más lejos, que conste que como trabajadores y trabajadoras del Museo de Santa Cruz admiramos y respetamos la obra de Alberto, pues durante muchos años hemos cuidado de sus obras cuando estaban expuestas en el Museo de Arte Contemporáneo, o en la exposición que tuvo lugar en 2002 en las salas del crucero inferior del Museo de Santa Cruz.

Lo que consideramos deleznable es que una colección gestionada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha sea cedida a una colección privada, una colección que se nos vendió en su día como la octava maravilla del Arte Contemporáneo, algo que provocaría un “Efecto Guggenheim” en Toledo, como ocurrió con Bilbao, y que equipararía a nuestra ciudad con París o Nueva York.

Pues no, a pesar de las ampulosas y vacías palabras del entonces Viceconsejero de Cultura, Jesús Carrascosa, de infausto recuerdo, la colección Roberto Polo no es la del MOMA ni la del Centro Georges Pompidou. No deja de ser una colección aceptable, por no decir mediocre. Una colección que ya el Museo Reina Sofía rechazó por no encontrarla digna de calidad, según dijo su anterior director, el recientemente fallecido José Guirao cuando visitó el Museo de Santa Cruz en calidad de Ministro de Cultura.

Pero a pesar de ser una colección ramplona, la Junta abrió la caja fuerte y empezó a sacar dinero a espuertas para traer la colección a Toledo. Dio igual que el antiguo Convento de Santa Fe ya estuviera acondicionado por el Ministerio de Cultura (propietario último del inmueble) para la ampliación del Santa Cruz. Dio igual meter una colección de Arte Contemporáneo entre restos medievales. Dio igual tener que pagar al señor Roberto Castro Polo una casita en el casco, cuyo alquiler nos cuesta a los castellano-manchegos miles de euros mensuales. Dio igual que hubiera que llevar a un almacén de Sonseca toda la colección de material arqueológico que estaba depositada en Santa Fe. Todo dio igual, incluso que se pusiera su nombre en primer lugar, para inaugurar el 27 de marzo de 2019, la Colección Roberto Polo, Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha, al menos se tuvo el detalle de simplificarlo como “CORPO”.

Hoy, casi cuatro años después, deberíamos decir que todo valió la pena, que esa magnífica colección merecía los millones de euros públicos invertidos; pero no. Las oleadas de visitantes que se esperaban no llegaban. Se comenzó rebajando el precio de la entrada, de 6 a 4 euros y de 4 euros a entrada gratuita. Es que ha habido una pandemia, es que el turismo ha caído… También para el Museo de Santa Cruz, para el Museo de los Concilios y para el Museo Taller del Moro, y las cifras de visitantes del pasado año nos dicen que las visitas a CORPO superan escasamente a las del Taller del Moro, con una inversión cien mil veces menor.

Cuando algo tan supuestamente maravilloso, y además con entrada gratuita, en un emplazamiento privilegiado, justo a la salida de las escaleras mecánicas por donde pasan todos los grupos de turistas que vienen a Toledo, no es visitado por prácticamente nadie, tenemos un problema. El señor Castro Polo lo sabe, sabe que, a pesar del respaldo de la Junta, canta mucho que algo que nos ha costado tan caro no tenga unos mínimos visitantes. Hace falta un revulsivo. Se intentó con el Jardín de Esculturas, sin éxito. Hacía falta arte de calidad, arte que por desidia de la Administración estaba almacenado en el Museo de Santa Cruz. La colección de obras de Alberto que su viuda cedió al Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, dependiente entonces del Ministerio de Cultura.

Se nos quiere vender ahora al señor Castro Polo como un filántropo, amante de las artes, que rescató del olvido las obras de Alberto que languidecían cogiendo polvo en un húmedo sótano del museo, entre ratas y cucarachas. Como guion para una película podría valer, pero nada de eso es cierto. Las obras estaban almacenadas en la zona alta de la antigua biblioteca del Miradero. En su día estuvieron envueltas, pero en este largo proceso desde que se cerró en 2001 el Museo de la Casa de las Cadenas se han desenvuelto para fotografiarlas y hacer préstamos a otras exposiciones. Las obras desde luego no estaban olvidadas ni mal conservadas. Es lógico pensar que una escultura metálica está más segura sobre una plataforma en el suelo que sobre una inestable peana. ¿Por qué no se volvieron a exponer en la Casa de las Cadenas? Que la JCCM y el Ayuntamiento de Toledo nos lo expliquen, porque el edificio sufrió una permuta y el Ayuntamiento aún no ha buscado uso para tan importante ejemplo de urbanismo toledano del siglo XVI.

Estando cerrado su museo original, y el museo matriz convertido en “Salones Santa Cruz, bodas, bautizos e inauguraciones”, lugar usado para los más disparatados propósitos, no había lugar para acordarse de sacar a la luz las obras de Alberto… ni la testa de mamut que sigue sin ser expuesta desde que se cerraron las salas de “Prehistoria”, allá por 2007.

Las obras de Alberto no estaban olvidadas, estaban almacenadas. Ahora el señor Castro Polo quiere apropiárselas, quiere aparecer como el salvador del arte para poder atraer algunos visitantes a su ruinoso proyecto toledano.

Y la Junta traga, y la Junta transige, y la Junta, sobre todo, paga. Paga la restauración de las piezas, pone la colección, el edificio, y el señor Polo se lleva los parabienes del mundo cultural por rescatar “los Albertos” de las lóbregas mazmorras del Santa Cruz. Y la Junta queda como una panda de ineptos. Una Consejería de Cultura que no es capaz de gestionar su patrimonio y de exponer las piezas que gestiona en los edificios que gestiona; tiene que cederlos a un coleccionista privado con una fundación por medio, por cierto, fundación presidida por la Consejera de Cultura.

¿Cuál es el mensaje que nos deja? Que la Junta es una inútil, que tiene que pagar, y a un elevado precio, para poder exponer algo que ya tenía desde hacía años. Y ese elevado precio supone recortes en otras áreas de la Consejería. Supone que el Museo de Santa Cruz y sus filiales siempre anden con el presupuesto limitado. No se pueden traer nuevas exposiciones, hay que reciclar material, no hay para focos ni material de oficina, ha habido momentos que ni se disponía de papel higiénico en los aseos públicos.

Y así nos sentimos, ignoradas, relegadas, ninguneadas… La Junta sigue echando dinero público al pozo sin fondo de un proyecto que ya antes de iniciarse muchos vimos como un fracaso estrepitoso. De lo único que nos alegramos es de que la obra de Alberto se ha dignificado, pero no así, no a cualquier precio

Si el pueblo español tenía un camino que conducía a una estrella, el museo de Santa Cruz tiene un camino que conduce a Roberto Polo, o lo que es lo mismo, la ruina.

 

S T A S
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