«Refugiada»

 

Amaba oler la tierra,

y pasear por las esquinas

mil veces recorridas,

de la misma manera

que otros aman el viento.

 

También cantar las nanas

que aprendí de mi madre,

enseñar viejos versos,

y bromear con mis alumnos.

 

Eché pronto raíces,

las mismas que mis padres

y mis abuelos.

 

Al volver de los viajes

regresaba a la madriguera,

a los paisajes ocres de mi pueblo.

 

La palabra “refugio”

tenía ese significado.

 

Hoy camino sobre una tierra

que no comprendo.

 

Y balbuceo

en un idioma

en el que desconozco

tiempos pasados y futuros.

 

Reducida a un presente simple:

seguir andando,

buscar comida y mantas

para la niña.

 

No sé si llegaré

a entender la ironía

en esta lengua bárbara.

 

(Gracia Aguilar Almendros)